sábado, 11 de enero de 2014

Destino

Conozco tu destino.... pero no el Destino.




En las salidas fotográficas se puede planificar hasta cierto punto, el día en que tomé las imágenes que os muestro la previsión meteorológica era cielo despejado, sol.

Siempre que viajo hacia estos lugares llevo conmigo la cámara, esta vez, y dado el tiempo que preveía, no me llevé el trípode, pues calculé que no saldría de paseo y no lo iba a necesitar. Pero mi sorpresa, y gran alegría, pues hacía mucho que esperaba un día así, fue al ver al despertarme, temprano, como tengo costumbre, que una niebla espesa había invadido la ciudad. Aunque el termómetro a las 10 marcaba 3 grados, no supuso ningún problema para quienes suelen acompañarme.

Al llegar al lugar tomé una precaución que nunca está de más recordar, partiendo de que no todos tenemos un vehículo todoterreno o con tracción. Al dejar el coche en un camino de tierra húmeda, aunque no haya llovido recientemente, corremos el riesgo de quedarnos atrapados, que el coche se haya hundido, aun levemente, al regreso y que no podamos salir. Esta vez dejé mi coche sobre el borde del camino, de piedra y menos removido por los vehículos, sin entorpecer el paso.


Cuando se hace una salida improvisada se sufren las consecuencias, al encender la cámara para la primera imagen que os muestro, vi con gran asombro que la batería estaba a un tercio de su capacidad, algo que desde luego no podía sospechar, ya que había controlado antes del viaje que tendría batería suficiente. El frío empezaba a jugarme una mala pasada.

Tras hacer unas pocas tomas, extraje la batería e hice lo que muchas veces he leído a fotógrafos más experimentados en situaciones de frío intenso: guardé la batería envolviéndola entre la bufanda y mi cuerpo. A partir de ese momento, decidí reservar la carga que pudiese quedar para una última foto en un lugar al que hace ya mucho tiempo que deseaba encontrar con esa niebla. Disfruté del paseo y de la compañía.

Llegados al sitio, examiné los diversos ángulos que conozco ya bien, la niebla iba abriendo y sólo revestía interés uno de ellos. Saqué la cámara y monté la batería, para agradable sorpresa marcaba ahora dos tercios de su capacidad, el calor la había recuperado. Hice unas cuantas tomas, bastante limitada por la ausencia de trípode, y extraje de nuevo la batería.





Recordé la pregunta que hacía ya tiempo una voz infantil me había hecho. ¿y dónde va después?, y la sorpresa en su cara al oir mi respuesta y unir esas aguas con aquel puerto tantas veces visto y donde tantos buenos momentos hemos vivido. Es curioso constatar de repente que aun con todo lo que podamos saber de nuestro pequeño universo, nunca seremos del todo capaces de conocer lo que nos depara la existencia.

En el camino de regreso, aún pude hacer otras fotografías, guardando cada vez la batería junto al cuerpo, y todavía quedó carga al volver al coche. En situaciones problemáticas se agradece que otras personas que han pasado antes que uno mismo compartan su experiencia.