domingo, 2 de diciembre de 2018

Toll Blau

Todo llega en su momento.

Han pasado varios meses desde esta salida, pero estoy tomando por costumbre dejar dormir las imágenes antes de abordar su procesado. Tan sólo edito con más rapidez algunas tomas sociales por alguna circunstancia importante y excepcional. Creo que así, desde la distancia, soy capaz de valorar mejor las imágenes y tomar perspectiva.

Conozco desde hace bastantes años el humilde nacimiento del río Vinalopó, en Banyeres de Mariola, pero ya tenía ganas de poder conocer una pequeña y hermosa cascada conocida como Toll Blau, que se encuentra en el mismo paraje, y que por diversas circunstancias no había sido posible. A veces las mismas personas que me acompañaban, conocedoras del sitio exacto, al preguntarles me habían dado vagas respuestas: "por allí..." ante la falta de interés en compartir es más prudente callar.

En agosto confluyeron circunstancias adecuadas: unos días de respiro ante el excesivo calor, vacaciones, y una mano desconocida y altruista en Internet que había publicado un breve vídeo con la ruta a seguir. En marcha.

Para llegar es preciso atravesar Banyeres, en dirección a Mas Ull de Canals. Allí es necesario dejar el coche en una explanada amplía de aparcamiento y salir de la masía hacia el inicio del camino, tomando la pista forestal que no debemos dejar aunque indique camino cortado. En la masía hay un Centro de visitantes del Parque Natural, donde pueden ampliar la información.

Tras varios años sin hacer el recorrido di algunos rodeos, puesto que el sendero está escasamente señalizado y mi memoria fallaba, pero no vino mal detenerse junto a una antigua fábrica para encontrar moras silvestres.

En la Vida, como en Fotografía, hay caminos que es mejor hacer en solitario. Realmente nunca haces la ruta en soledad completa, puesto que otras personas llevan la misma dirección, pero las pulsiones e intereses no coinciden. En estas salidas prefiero ir al ritmo que la mirada y el camino me marquen.

Finalmente, y tras un agradable paseo que concluye con el frescor del agua y la vegetación remontando el río, llegué a mi primera etapa. Un austero cartel señalaba el lugar, pero no daba más indicaciones. Bueno, aquí nace el río Vinalopó



A lo largo de todo el trayecto hubo muchas ocasiones en que fue preciso esperar el momento. Al llegar al nacimiento había un pequeño grupo de personas tomando fotografías. Me senté y sin prisa dispuse mi equipo. Mientras esperaba tomé fotos del río ya formado, donde la Vida bullía, hermosas libélulas azules discurrían sobre la lámina de agua.

Cuando las personas se marcharon entré en el interior de la cueva, pero aunque bien calzada no calculé la viscosidad de las rocas, (la prisa y el exceso de confianza...) y puse a prueba la impermeabilidad de mis nuevas botas. Afortunadamente iba preparada, salí del agua y cambié las botas por unas sandalias de playa, perfectas para caminar en acantilados y rompientes. Valga este apunte para quien decida fotografiar corrientes de agua y aprovechar todas las posibilidades.


Realmente el nacimiento no es nada espectacular, pero la Vida está presente.



El río discurre bajo un pequeño puente...Tomo la imagen desde el interior del río, el agua está helada y limpia, me renueva la energía.



Desde el otro lado, también dentro del agua gélida, ya ocupaban el lugar en la cuevecita otras personas.




Tras recuperar fuerzas y secarme, rehíce el camino hasta volver al puente de la fábrica y me interné en el río. Las indicaciones que aquella mano desconocida y altruista daba en internet eran claras: para llegar al Toll Blau hay que mojarse.
Cambié por tanto de nuevo el calzado y me interné con cuidado en la corriente, el agua no es profunda ni tiene fuerza todavía, pero no quería confiarme de ninguna manera con las rocas.

Siguiendo a algunas personas con evidente intención de darse un baño llegué al Toll Blau.

Llevaba el trípode, pero lo deseché de inmediato. No había espacio para él, y tampoco quería incomodar a quienes estaban bañándose. Mientras un grupo se turnaba con otro busqué un buen ángulo. Cuando salieron del agua hice algunas pruebas, aunque el momento de luz todavía no era el adecuado. Retiré mi cámara de nuevo y dejé que las personas que amablemente y sin necesidad de decir nada, me esperaban, volviesen al agua. Por fin llegó mi momento: unas nubes taparon el sol.

Esperé con paciencia a que la última persona trepase otra vez fuera del agua, y situando la cámara en una roca en la misma cascada me dispuse a disfrutar. Para una ocasión similar probaré la bolsa de judías, pero aun con alguna gota ójala imperceptible en el filtro del objetivo, pude realizar las tomas que tanto había esperado.

Queda pendiente para otra ocasión la imagen desde el interior de la poza.