lunes, 11 de febrero de 2013

Estrellas

Las ocasiones hay que aprovecharlas, y aunque el viento sople en contra hay que intentar ponerlo a nuestro favor.

Después de un tiempo de inactividad por fin llegaban finalmente un par de días libres que me iban a permitir hacer alguna pequeña escapada fotográfica. Como a pesar de todo algunas obligaciones seguían estando ahí, las horas de que disponía no iban a ser las más favorables, a ésto se sumaba el cielo, completamente raso, debido al viento fuerte que nos acompaña. Desde luego era un serio inconveniente para la localización que había pensado en un principio, y como no quería dejar pasar el momento se me ocurrió poner el viento a mi favor, la única opción viable: una visita a la costa, y recordé una ubicación que sólo conocía en ojos y boca de otros. Gracias de nuevo a un buen informador conocí la ubicación del sitio.

Ya en otra ocasión, cuando visité ese lugar en otra localización (lo comenté esta otra entrada ) me prometí que debía hacerme con un gps, esta vez lo tenía pero la información de éste no siempre coincide con los datos que se pueden encontrar en el camino, por lo que me perdí de nuevo, aunque tras varias idas y venidas logré dar con el lugar.

Tras aparcar y recoger el equipo todavía no tenía la certeza de que finalmente fuera a encontrarla, la costa es muy grande y quizá ella no era visible a simple vista desde lo alto, me equivocaba, cuando caminé un poco a lo largo del mirador natural mis ojos pronto dieron con ella, y no pude evitar sentir una gran emoción.

Con un poco de dificultad inventé un camino de descenso, y llegué a ella. Recorrí sin prisa el lugar estudiando los limitados encuadres efectivos, y mientras probaba uno de ellos surgió el primer sobresalto. Al adaptar el trípode al punto de vista que buscaba, y por haber sujetado la cámara de forma quizá poco ortodoxa, pero segura, el enfoque automático del objetivo comenzó a fallar. No le he dado tanto trabajo como para estar ya despidiéndome del 17-40, pero pensé que debería adaptarme al enfoque manual y buscar la causa más tarde. En esas estaba cuando de improviso la focal pasó a 00, y surgió un inquietante mensaje que indicaba que no había conexión entre el objetivo y la cámara. Aparentemente todo estaba bien, pero pensé en quitarlo y volver a conectarlo. Falsa alarma.

Conseguí la imagen que buscaba, la estrella, etérea entre la dura roca, una hermosa forma cincelada por duros y constantes envites del agua. Los diamantes se esculpen a golpes, las cosas importantes muchas veces las aprendemos irremediablemente cuando nos equivocamos.

A pesar de todo probé un nuevo encuadre, pero el reflejo del sol era demasiado fuerte. Por unos segundos dudé pensando en utilizar un segundo filtro, el viento no me lo perdonó, una fuerte racha me arrancó de la mano el ND de 10 pasos, que fue a parar al agua, no muy lejos, pero entre las rocas. Debía conservar lo que aún tenía. Solté rápidamente la cámara del trípode, y la deposité en unas rocas seguras y alejadas del agua, cerca tumbé el trípode donde no rodase, sin perder de vista ni un instante el filtro, ya sumergido por completo.

Con cuidado de no resbalar y mojarme desagradablemente me acerqué al pequeño hueco donde se había hundido el filtro, y pude recuperarlo. Tras secarlo cuidadosamente con un paño suave comprobé que el accidente había quedado en susto, tan sólo un pequeño arañazo, que no impedía, como comprobé después, su utilización desde una colocación determinada.



A pesar de los sobresaltos disfruté contemplando la estrella de roca y mar iluminada por nuestra estrella de luz.