jueves, 3 de noviembre de 2011

Salinas

La luz no espera, me repetía conforme daba vueltas intentando llegar al sitio. A pesar de las pormenorizadas explicaciones de un viejo amigo, como me suele pasar en ubicaciones nuevas, me perdí. Aunque llegué con mucho tiempo casi contemplé el atardecer por completo desde el coche, tratando de acercarme a la laguna esquiva. Por fin me dejó dar con ella. Busqué elementos que redondearan la belleza de los colores y la inmensidad de la laguna, preparé el equipo y entré al agua, sintiendo que el tiempo se me escapaba.

Amargura




Inevitablemente eso era lo que sentía, la rabia por ver cómo desaparecía un hermosísimo atardecer ante mis ojos dio paso a un resabio de amargura. Por todo lo que había dejado atrás para alcanzar un sueño, porque aquel sueño casi se escapaba, por la amarga certeza de que, como ocurre tantas veces en la Vida, cuando encuentras algo de gran valor descubres que no te pertenece. Me quedé asombrada por lo bonita que era la laguna que contemplaba, comprobaba que los colores que había admirado en otras fotografías eran completamente reales, y al tiempo era consciente que tras haberla alcanzado iba a perderla por mucho tiempo... Quién sabe cuándo podré volver.



Serenidad




Como tantas otras veces, al concentrarme en recoger la luz desconecté de mi diálogo interior, y ya sólo pensé en los aspectos puramente técnicos que en esos momentos me urgían. Una tímida estrella comenzaba a titilar, y en ella me concentré. Al final no todo estaba perdido, y parecía que alguna mirada en condiciones me llevaría a casa como recuerdo.


Contemplación






Con el espíritu triste, pero sosegado, me despedí de la laguna, me había regalado muchas certezas, el tiempo pasa y nos sitúa en la Vida.