lunes, 1 de octubre de 2012

Dulce










Ha permanecido en mi jardín sin decidirse a mostrarse durante años, este verano, al fin, la azucena despertó y pude admirar su dulce belleza y disfrutar su perfume. Era hermosa, pero cuando el sol la acarició aún resultó más bella. Esa misma noche comenzó a  marchitarse, para dejar paso a otras, como ella, de belleza efímera.

Disfruto observando cómo fugaces rayos de luz dan pinceladas caprichosas y transforman cuanto rozan, aportando un encanto especial a humildes plantas o al eterno cielo. Entreno la mirada.