Han pasado bastantes años ya desde que subí a Bulnes por primera vez. La montaña nunca se vive igual. Los caminos generalmente permanecen, pero la luz y nuestro propio Camino hacen que cada momento sea único.
Las nubes cubrían las cimas, pero no resultaban amenazantes, más bien sugerían subir el camino para descubrir lo que escondían. Aunque no es una ruta demasiado fácil, el frescor del ambiente y el paisaje, todavía más impresionante si es posible en días así merecían el esfuerzo.
Al llegar al pueblo nos envolvió una suave lluvia que paró pronto, no supuso problema ya que el chubasquero va siempre en la mochila cuando subimos al Norte.
Como todo no se puede tener, la magia de las nubes y la lluvia ocultaba la vista del Naranco, no llegamos a acercarnos al mirador. Queda pendiente.